Por Cristina Díaz Gómez
Publicado en
la Revista “Plenitud”
Buenos Aires
1987
En el niño pequeño la palabra oída
ejerce una gran fascinación, sabemos que la palabra significa: ritmo,
tonalidad, trazo afectivo que ejercida por la voz nos da: temperatura emocional,
calma, consuelo, ternura, sensación.
El ritmo impactará en el sentido
emotivo. Al escuchar una voz, desencadenará memorias de viejas voces, canciones
de cuna, cuentos leyendas, que recreadas poblaran un nuevo mundo. El ser
pequeñito aprenderá a soñar con nuestros sueños, como nosotros lo hicimos
antes.
En el cuento está presente una vivencia
cultural, una creación colectiva de la que con sus primeros pininos comienza a
participar descifrando sus emociones en la lectura compartida. Está ante un
camino abierto a nuevas formas de recreación literaria.
Los medios de comunicación influyen en
el mundo cotidiano, anulando su imaginación.
La participación activa en el niño como receptor-recreador, trasmisor-autor o
simplemente jugador-gozador tiene sus raíces en la producción literaria, en el
relato hablado. El símbolo desplegado por la palabra ayuda al pequeño en su
viaje emocional al país de los encantamientos y así vida y literatura forman
una sola vivencia.
La palabra mensajera de emociones y experiencias transmitidas de
generación en generación es revalorizada por estos portadores de la tradición
oral.
Hay un contexto cultural, una forma de trasmitir, una técnica
propia de cada generación y variantes para cada
cometido.
La canción, el romance, necesitan de la expresión corporal,
gestual para su concreción. Necesita de la comunicación total que comenzó con
su madre en su vida intra-uterina. El cuento es la complicidad íntima de un
universo nuevo y viejo a la vez. Tiene función social de reposo, es el descanso
en el camino cuando la urgencia de vivir nos agota. Es la participación del
relator: papá, mamá, el tío, el abuelo o la niñera. Es la magia secreta del cuento,
es la puerta que misteriosamente se abrirá para dejarnos desnuda la
sensibilidad del niño. Es conjurar el hechizo o el miedo con personajes
fabulosos, protagonistas de una historia mil veces compartida.
Contar cuentos –costumbre que se va perdiendo en nuestro medio,
fagocitado por los medios de comunicación- significa tener presente el alma
grupo, el espíritu colectivo de la comunidad. Aún hay personas de la generación
intermedia que recuerdan relatos como “la pericana”, “el duende a la siesta”, “la
mula anima”. Contar cuentos es recuperar la función social, la comunicación oral-grupal de la palabra. El que ha sabido
escuchar o leer, es el que puede decir; el que puede trasmitir un mundo, es el
portador del “realismo mágico”.
La vida hoy se ha atomizado, las estructuras familiares sociales
han cambiado. No hay fuego donde reunirse. La voz mínima del oído grupo esta
liquidada. La palabra es controlada y manipulada por grupos de poder cuyo objetivo
básico es dominar fundando sus dominios en tecnología, no la constructiva que
ayuda a la evolución, sino la destructiva, la que nos vuelve fantoches.
La palabra de nuestros antiguos no significa nada para esta
generación infantiloide de niños bobos.
En libros muy antiguos todavía se podía encontrar lectura
evocativas de tradiciones conocidas en el hogar como por ejemplo, “el pasará” o
sus raíces el Martin Pescador, las nanas o canciones de cuna como el arrorró o
alguna referencia a cuentos de hadas. Nuestra niñez necesita cuentos infantiles,
necesita cumplir la etapa niño y no quemarla para que surja luego a destiempo.
Cuentos mágicos, de encantamientos, de hadas, religiosos, de “aparecidos”, de fórmulas
de bobos, en donde el ingenio venza la fuerza bruta. Cuentos que conserven a un
personaje y un argumento donde pueda valorar la continuidad de la memoria en la
temática tradicional.
AL UMBRAL DEL SUEÑO
Cuando el niño va
a dormir la palabra de los padres es la palabra contacto, la palabra piel, la
palabra pelo. Sonido, gesto, caricia son un solo mensaje: amor.
Al contar un
cuento se puede abrir al significado, que el niño reclama, necesita o intuye,
Los cuentos tradicionales pertenecen a todos, son de creación colectiva,
repiten motivos para que el cuento sirva de nexo emocional entre el adulto y el
niño. En el momento de irse a dormir la frontera del sueño, es un espacio íntimo
entre los padres y el niño. El metalenguaje de la caricia, del tacto, del tono
de la voz, del tono corporal, del lenguaje verbal y no verbal se funde en esta comunicación
primaria.
A través del
cuento los padres y el niño exploran sus emociones, sus sensaciones. El cuento
comunicación amorosa como el canto, se concreta.
Que no haya prisa,
ni tensión, que no se note el agotamiento. Nada puede impedir la comunicación,
porque el niño tiene una especial sensibilidad para captar los tonos de nuestro
cuerpo o el matiz de la voz.
Cuente…él
escuchara, tratará de comprender la historia, la historia corporal, la otra historia
y su propia historia.
Tiene miedo, a
veces, los niños se acuestan con miedo… ¿verdad que el lobo no se comerá a la
caperucita?... a veces, lo dirá, otras, se apretará contra nuestro cuerpo
temblando. El cuento conjurará la maldad que aun el niño no puede manejar y lo
ayudara a liberar tensiones o su culpa
de desobediencia.
Los padres y el niño exploran el universo del
cuento, los sentimientos del pequeño y sus propios sentimientos. El niño se
interna en el sueño y hasta la frontera lo acompañan imágenes primordiales,
antiguas, el las necesita. Otras veces, no puede dormir, allí lo acompaña el ángel
de la guarda, el duende bueno, el hada mágica que quitará las sombras para que
en otro mundo –el del sueño- el niño sea feliz.
Hay cuentos que
nadie escribirá nunca, son los creados en casa, son las repuestas a las preguntas,
son improvisados y ellos lo ayudan a construir.
“Los cuentos para niños nacen para cada niño, para cada pena, susto o curiosidad, nacen espontáneos,
sinceros y generosos, siempre causan el efecto pensado o deseado” María Luisa Gefaell nos sugiere “ayudar a disipar penas, a menguar
sus temores construir su amor”
ABUELITA DIME UN
CUENTO
Cuando hay una
abuela en casa el niño esta doblemente protegido. Las abuelas miran el mundo
con otra mirada, el niño puede refugiarse en ellas; no hay competencia. El
tiempo del niño es presente. Todo presente. La abuela, es pasado, memoria fragmento reiterado…
entremezcla los días y los sueños. Las abuelas tienen tiempo para contar y escuchar. Los padres hoy muchas veces
deben correr en la lucha contra el hambre, no tienen tiempo. La abuela saben pocas o muchas historias, no importan, siempre
están en casa, no gritan y tienen la paciencia de escuchar y contar cuentos.
Cuando están cansadas juegan con las palabras para consolar al niño que llora
sin motivo. Prolongan la caricia y su palabra-ternura aleja los dolores.
Esto que hemos
planteado es un viejo y nuevo universo. Es un seguro refugio que se basa en el
amor a las raíces, las que tenemos y muchas veces no reconocemos. El cuento es
el incentivo para que el niño sienta amor a la lectura. Debemos recuperar el
tiempo perdido en las frivolidades cotidianas, ganar un tiempo para el amor, el
tiempo de soñar y crear. Es la alternativa ante la violencia y agresión que nos
dictan con esquemas familiares que nada tienen que ver con nosotros, los que
venden tiras televisivas.
Somos creadores de
un universo distinto. Estamos comprometidos con la historia para entregar al
mundo seres responsables, amantes de la naturaleza y respetuosos con el
universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.